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Me aburro

Para saber lo que hace la juventud andaluza en su tiempo libre, instamos al lector o lectora, a descargarse el último Informe Social de la Juventud de Andalucía. Nosotrxs en este artículo, preferimos dedicarnos a enumerar aquellas cosas a las que no se dedica la juventud (al menos de manera mayoritaria) en su tiempo libre y que cada día nos preocupa más porque nos parece fundamental para el crecimiento de nuestra juventud andaluza.

Vamos a responder a una pregunta: ¿Iyo/a tú a qué NO DEDICAS tu tiempo libre?

“A estar con mis colegas sin hacer nada”.

Mucha gente se echará las manos a la cabeza, “¿pero cómo que estar sin hacer nada?”. Es cierto que nos hemos llevado décadas hablando de ese tiempo perdido en el banco de la plaza o en el escalón de un soportal, como el caldo de cultivo de “nada bueno”.

Pero ahora estamos en el polo opuesto, “nene, el tiempo es oro y hay que aprovecharlo al máximo”, hay que rentabilizarlo aprendiendo inglés en 100 palabras, tocando un instrumento, viajando al extranjero para hacer inmersión lingüística o ganando medallas en cualquier deporte. Porque ahora, todo se mide desde el punto de vista productivo.

Hoy en día echamos en falta el valor del tiempo no invertido… un tiempo en el que los chavales y chavalas experimentan la libertad tan necesaria a esa edad, de estar sin el control o supervisión de un/a adulto/a. Espacios donde se conversa, desde lo más superficial a lo más profundo, donde se aprenden esas cosas que no se enseñan en la casa ni en la escuela. Esos momentos eternos donde “namas y namenos”, los chavales/as aprenden a relacionarse y a desarrollar sus habilidades sociales, esas habilidades que ahora hay que recuperar en talleres a cascoporro porque no se adquieren de manera natural (en la calle), y hay que enseñarlas en las j-aulas, como si de un aprendizaje de laboratorio se tratara.

Un espacio, en el que, de repente surge el tonteo y el jugueteo, para descubrir jugando que no somos tan raros, que somos diferentes, pero que sentimos y vivimos cosas parecidas, con diferentes tonalidades y orientaciones, pero con similares intensidades.

“A estar sin gastar”.

Pasear por las redes tu ocio como un comecocos que va consumiendo ropa, festivales, fiestas, comidas rápidas, personas… ya no solo basta con hacer de nuestro tiempo libre, un tempo para el consumo, sino que además, si no te likean, no existes.

“A cultivar relaciones auténticas y profundas”.

Y como estamos en ese consumo continuo que lo que genera es un alto placer que dura poco y por supuesto que no llena, corremos el riesgo de no emplear tiempo en todo aquello que nos cuesta un poco de esfuerzo, que no es nuestra prioridad. Se hace cada vez más difícil darle un tiempo de maduración a las relaciones, para que te lleven a la experiencia de la amistad, que es más profunda y requiere más proceso y más vínculos que una relación de colegas cuyo único fin es divertirnos juntos.

Esas relaciones que con el tiempo se convierten en esos grandes nudos de esa red que nos van a proteger de los riesgos fuertes que se viven en la adolescencia y juventud. Esos nudos que nos alertarán si nos adentramos en una relación tóxica, esos nudos que nos prevendrán de un consumo que pueda llegar a ser adictivo, los mismos que nos acompañarán ante una situación de separación, frustración o pérdida irreparables, de esas que te crujen el corazón y te dejan mella.

Serán esas relaciones con las que experimentar emociones de verdad: reír hasta llorar, llorar hasta reír, el amor, la serenidad, el enfado, la frustración…

“A ser creadores y no espectadores”.

Inventar qué hacer, en vez de estar siempre siendo espectadores de lo que hacen los demás. Organizar un torneo de fútbol es crear, ensayar con tu grupo de música es ser protagonista, montar tu propia fiesta de navidad o fin de año es tomar la iniciativa, organizar una obra de teatro (y versionarla) es tomar partido… decidir con otrxs qué quieres hacer en tu tiempo libre, es empezar a ser protagonista de tu propia vida.

«A tomar decisiones sobre mi propio tiempo libre”.

Y, de pronto, un buen día, decides no solo qué quieres hacer, sino también qué no quieres hacer, aunque esté de moda. Sentir que somos libres y que se puede decidir no seguir el hilo que nos marcan otrxs. Descubrir que hasta nos hemos quitado un peso de encima e iniciar el maravilloso mundo de la autonomía.

“A desconectar para conectar”.

Mucho nos tememos que para todo lo dicho anteriormente es necesario quedarse sin batería. Esto puede ser una ayuda para estar sin hacer nada, para cultivar esas relaciones profundas, sin un wasap inoportuno que interrumpa una conversación mirándonos a los ojos, para dejar la mente libre, presta y dispuesta para crear… nos acordamos del cuento de Barnes, en el que relata cómo un barco trasatlántico que navegaba por el océano pertrechado de la más alta tecnología, era incapaz de percibir en su radar a una barcaza con un náufrago que estaba a la deriva y que pasaba a escasos metros de dicho navío. Quizás esta sobreteconología a la que estamos acostumbradxs, secuestra nuestra mirada, haciéndonos de orejeras, para no ver a las personas que tenemos más cerca y ni mucho menos las injusticias que se ciernen sobre nuestros barrios.

“A hacer algo que realmente me motive”.

Y en todo esto, hasta es posible que demos con esa actividad, realizada con otrxs, que saque de nuestro interior la motivación. Porque nos pone en búsqueda de aquello que verdaderamente me gusta, despejando el camino, quitando todo aquello que me entretiene, pero no me llena. Dejar a un lado mi expectativa por lo que los demás nos ofrecen, para ir sacando poco a poco ese torrente de motivación que ahogue esa exclamación tan de moda… ¡me aburro!

No hemos querido criticar lo que hacen los/as jóvenes andaluces, para poner el foco en lo que echamos en falta, en aquellas cosas que deberían estar presentes en ese tiempo de la juventud, tan importante, porque es ese tiempo en el que con más facilidad y autenticidad pueden empezar a ser verdaderos protagonistas de sus vidas.

Por todo esto, queremos destacar la labor de esa juventud que se empeña en generar espacios y presencias educativas donde sí que se puede experimentar todo esto. Aquí en Córdoba, muy especialmente, todo esto sucede gracias a Barbiana, la JOC, Red 21, el movimiento Scout… o nuestra Escuela Momo, en la que nos empeñamos cada día, cada curso, en formar educadores y educadoras, facilitadores/as de este tiempo libre.

Espe Zamora y Javi Pérez
Profes de la Escuela Momo y socios cooperativistas de La Espiral Educativa SCA

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