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Atender las adolescencias ¡ÚLTIMO AVISO!

La escuela está de enhorabuena, nuestra Consejería de Educación destaca la escasa incidencia del virus en los colegios, incluso en las zonas con elevadas tasas de contagio y a nivel estatal la media de aulas cerradas durante todo este curso no llega al 2%. Al finalizar el curso muchxs profes nos felicitamos por lo bien que lo hemos hecho y pululan por las redes vídeos que recuerdan lo duro que ha sido el curso, la de cosas que hemos tenido que aprender sobre la marcha y la de circunstancias rocambolescas jamás vistas antes en un aula, que hemos tenido que afrontar. Lxs políticos piensan que hemos hecho un gran trabajo: seguir con las clases sin que haya grandes brotes entre los 8 millones de menores que cada día van a un centro educativo. Básicamente, hemos cumplido nuestro deber, sin joder.

Las claves de este éxito

La primera clave es que “los niños y niñas transmiten menos eficientemente el virus que los adultos”, según el pediatra y epidemiólogo Quique Bassat, coordinador del grupo de trabajo de la Asociación Española de Pediatría para la reapertura de los colegios. Y continúa, “los niños muy rara vez son los ocasionadores de brotes. En Cataluña, por ejemplo, en un 87% de los casos detectados en las escuelas, los positivos no han dado pie a ningún segundo caso”.

Y nosotrxs que somos muy de preguntarnos, nos quedamos pensativos y… si los nenes y nenas son las que menos transmiten, ¿por qué sus parques públicos han sido lo primero que se ha cerrado en cada pico de la pandemia? Pero no queremos desviarnos, sigamos celebrando nuestro éxito.

Y la segunda clave está clara, afirma de manera tajante el famoso pediatra: “el protocolo que han puesto en marcha los centros educativos”. Es obvio que el veranito que se tiraron muchxs compañerxs y amigxs diseñando los protocolos para preservar la seguridad sanitaria ha dado sus frutos. ¡¡Vaya curro!!: diversidad de accesos, rutas diferenciadas, pegatinas por todos lados, entradas y salidas escalonadas, gel a granel… y sobre todo el trinomio fundamental: mascarillas, distancia social y ventilación.

La otra cara de la moneda

Pero casi a la misma vez que las escuelas reciben sus palmaditas en las espaldas por el trabajo bien hecho por el procomún, la Confederación de Salud Mental de España, nos advierte que los adolescentes, son probablemente el sector de la población a los que más afecta la pandemia a nivel psicológico debido a que se encuentran en una etapa de socialización y formación del carácter. Igualmente, según el Informe sobre Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en la era del COVID-19 concluye que  las cifras de prevalencia de problemas de ansiedad y depresión entre los adolescentes son mayores a las reportadas en población adulta, lo que apunta a los adolescentes como un grupo de mayor vulnerabilidad. Por último, El hospital infantil de Sant Joan de Déu de Barcelona da la voz de alarma: los intentos de suicidio entre la población adolescente y juvenil se han quintuplicado en los últimos meses.

Y podríamos seguir citando estudios y análisis de personas expertas que vienen a constatar estadísticamente aquello que nosotrxs, como educadores/as percibimos y vivimos en nuestro día a día de trabajo con adolescentes y jóvenes, desde el comienzo de la pandemia y hasta ahora. Por esta razón, nos gustaría repasar cómo algunas de las decisiones que se han ido tomando con respecto a la crisis sanitaria, han ocasionado en la población adolescente y juvenil una serie de consecuencias que mucho tienen que ver con su estado de salud mental.

Mascarillas, un arma de doble filo.

Somos conscientes que las mascarillas han jugado un papel fundamental para el control del virus, estamos convencidxs que un buen uso de éstas nos han salvado y han evitado contagios y sufrimientos, pero también han tenido graves consecuencias en la salud mental de nuestra chavalería. Son como el ibuprofeno, te alivian el dolor de cabeza, pero cuidado que a grandes dosis pueden destrozarte el estómago. Y apuntamos dos posibles consecuencias.

Hace poco nos comentaba un profesor de instituto cómo no terminaba de acostumbrarse al silencio casi aterrador que le envuelvía cada mañana cuando entraba en clase y comprobaba cómo decenas de jóvenes, que años atrás eran tremendamente aguerridos, aguardaban en silencio el ritual del montaje tecnológico. Las mascarillas salvan, pero también quitan las ganas de hablar, de compartir, de conversar, de esforzarnos para debatir con el/la otrx ¿o no nos pasa también a lxs adultxs? Y lo malo es que la falta de interacción social nos enferma, sobre todo a la edad en la que la interacción social te hace persona.

La segunda consecuencia tiene que ver con la autoimagen, elemento crucial para esta etapa de la vida. Construir tu imagen pública con media cara tapada, podría estar ocasionando un problema de autoaceptación justo en el momento de la construcción de la identidad personal. Normalmente nuestra mirada se clava con facilidad en los grupos de adolescentes con mascarillas en las barbillas, que están como locxs por quitárselas, pero no reparamos en esxs otrxs adolescentes que no viven tan bien el momento de quitársela. Ojo porque habrá que acompañar esta situación que posiblemente viva una minoría importante, ya que si esta situación se alarga, será un problema que pueda cronificarse.

Más horas en casa que nunca.

Es evidente que en este curso escolar lxs menores han pasado mucho tiempo en casa, debido a varios factores. Para empezar, la posibilidad que otorgó el Ministerio de Educación a la educación secundaria de permitir que el alumnado de 3º de la ESO en adelante pudiera ir tan solo a la mitad de las horas de clase, por aquello de recortar los grupos y minimizar contagios. Además, hemos pasado un curso con un severo toque de queda, que ha limitado el hueco del día en el que la chavalería aprovecha para realizar otro tipo de actividades o encontrarse con sus iguales. Y por último, estamos convencidxs que el protocolo de actuación ante la detección de positivos en el entorno escolar, al que hacía referencia el mencionado pediatra, es con diferencia más radical del aplicado para el resto de situaciones de contacto social. Quizás ahí radique su éxito, pero ¿a qué precio?.

Nos parece una incoherencia pedagógica que mientras los medios de comunicación, las autoridades políticas e incluso lxs profes felicitamos día si y día no a lxs chavales/as “porque cumplen muy bien con las normas” y como consecuencia los contagios en la escuela han sido insignificantes, a la vez expulsamos a  miles de menores a sus casas por haber estado sentadx cerca de algún compa que ha dado positivo, cuando se sabe desde el primer trimestre del curso que 9 de cada 10 niñxs con covid en la escuela, no contagian absolutamente a nadie en el entorno escolar, quizás porque el trinomio mascarilla, distancia y ventilación, que se ha aplicado con severidad, ha conseguido estos resultados tan espectaculares. Pero da igual que te pongas 6 horas al día la mascarilla, que te apartes de tus compañerxs para desayunar, que no te juntes con tu colega de otra clase (burbuja) durante el recreo y que pases un frío del carajo, porque si estás dentro del perímetro de un positivo te expulsan 10 días a casa. Fíjense, solo en la primera semana de curso confinamos (o expulsamos de la escuela) a más de 40 mil escolares, la inmensa mayoría sanxs. En palabras de un chaval: “si cumplimos tan bien las normas que no nos contagiamos ¿por qué nos mandan pa casa?”. Cuidado, a ver si vamos a estar lanzando la idea que da igual cumplir las normas o no, porque el resultado va a ser el mismo.

Ya en la década de los 90, el maestro Tonucci nos decía que los niños y niñas deben pasar el mínimo tiempo posible en casa, ya que en las casas vive uno de los mayores enemigos para el desarrollo integral de la niñez, la tele. Podríamos actualizar esta idea con la siguiente frase: “adolescente confinao, adolescente empantallao”. La realidad nos dice que lxs niñxs sanxs confinadxs, que son la inmensa mayoría, han pasado todos esos días recluidxs en sus cuartos, con la única compañía de un móvil, una tablet o un portátil, multiplicando sus horas de conexión al mundo exterior, pero cada vez con menos contacto físico con sus iguales. Poca compañía y mucha exposición. Esta exposición tan brutal a los medios tecnológicos lleva consigo aislamiento social, adicciones, trastornos alimenticios, trastornos del sueño, ansiedad y angustia.

Qué manía con culparlos de todo.

Cuando lanzas el mensaje en clase de que “hay que guardar el protocolo para salvar vidas”, cuando dedicas tutorías enteras a hablar de lo mal que lo hacen los jóvenes, cuando sales a la calle y se multan todas esas actividades que son inherentes a tu etapa evolutiva, cuando ves hasta campañas mediáticas relacionando a lxs jóvenes con los picos de contagios, como si la gente hubiera muerto por las fiestas y los botellones, pero no por ir a trabajar, a comprar a un centro comercial, coger el bus, el metro o celebrar un oficio religioso multitudinario. Cuando además se pone como modelo de joven, aquel que precisamente opta por encerrase en casa, pero da igual si está sobreexpuesto a las redes, enganchado a la play o apostando en un casino virtual… hay que ser mentalmente muy fuerte para no derrumbarse. Como se nos han derrumbado decenas de jóvenes que reconocen en la intimidad de una tutoría que no pueden soportar más la presión que les supondría llevar el virus a casa.

Sin embargo uno de cada tres contagios se ha generado en eventos familiares ¿dónde están las campañas de publicidad criminalizando a las familias? No las criminalizamos porque entendemos que las familias deben encontrarse, lo necesitan, sobre todo en Navidad. Sería inimaginable ver la policía derribando puertas y destapando celebraciones familiares con más de 6 personas. Y todxs sabemos que las ha habido, si no, ¿de dónde viene la macabra tercera ola?

Cuestión de clase

Si hablamos de ocio juvenil, no es lo mismo pasar tu tiempo libre en un banco del parque, donde claramente está prohibido reunirse o hacerlo en el interior de una casa con sitio para juntar al ciento y la madre, pero lejos de la mirada social y policial. Cada día entendemos más a la chavalería, hija de la clase trabajadora, que se esconde para poder relacionarse sin ser multada. Muy patéticas las imágenes de cuerpos de seguridad con linternas sorprendiendo a grupos de amigxs en parques o merenderos.

Si hablamos de recibir la llamada de la tutora de tu hija para comunicarte que ha sido confinada, por ser contacto estrecho, no es lo mismo si se trata de una familia con cierto nivel adquisitivo, que si se trata de una familia monomarental o una familia numerosa o una familia con muchos más problemas que coger el virus o simplemente un núcleo familiar cuyos adultos trabajan a turno partido o en empleos precarizados. Cada día entendemos más a las familias trabajadoras que ocultan parte de la información ante un rastreador porque no quieren o no pueden dejar solos a sus hijos en casa. O no pueden dejar de ir a trabajar. ¿Qué significa ser responsable socialmente para una madre que es empleada doméstica sin contrato?

Resulta irónico que un rastreador te llame porque tu hijo es contacto estrecho de un positivo en clase y te exige que aísles a tu nene en un cuarto (eso sí, métele toda la carga tecnológica posible para que le sea más leve) y que reserves un baño sólo para él, dando por supuesto que en casa hay tantas habitaciones como miembros y que hay, al menos, dos baños.

Lo importante.

Está clarísimo. Lo importante aquí es que estos 8 millones de estudiantes, estén todos los días en el colegio, las horas necesarias para no interrumpir su formación académica. Y todo lo demás, sobra. Se nos ha obligado a desarrollar una “escuela de mínimos”. Una escuela sin visitas, sin salidas, con la entrada prohibida al AMPA, sin material compartido, sin trabajo en equipo, con todo el alumnado mirando al frente como en los años 80, sin actividades que suponga contacto, sin que puedan relacionarse con niñxs de otras clases y casi ni con la propia. Una escuela tan chiquita tan chiquita, cuya vida casi se ha reducido a una única aula. Ha habido epidemiólogos que han llegado a pedir que las escuelas controlen hasta los caminos de ida y vuelta al colegio, para evitar que vayan y vengan muchxs niñxs juntxs.

Para nuestras adolescencias es importante salir, entrar, celebrar, trabajar en equipo, tener contacto físico ¡¡sí físico!! explorar, investigar, estar todo el día en la calle, pasar noches fuera, moverse por su centro educativo con tranquilidad, enamorarse, descubrir la ciudad, salir y perderse por el entorno… y todo esto ha sido prohibido, sancionado y hasta multado en los últimos 15 meses.

Creemos que tanto los educadores/as como las familias hemos incorporado el chip de seleccionar tan solo aquello que es importante. Y aquí no entran los talleres impartidos por otras entidades de la ciudad, las actividades extraescolares, los club deportivos, las salidas con amigxs, encuentros en el parque, conocer a gente nueva… al fin y al cabo, son actividades prescindibles y que suponen un riesgo que muchxs no han querido correr. Y no lo criticamos, solo advertimos de las consecuencias que para nuestra chavalería tiene el hecho de no vivir todo esto, porque todo esto es importante para su bienestar físico y mental.

Porque apostamos por la salud desde una visión integral y de toda la población, haciéndonos cargo con responsabilidad de la situación de pandemia en la que vivimos, pero también de las necesidades emocionales de nuestras adolescencias. Y porque se nos hiela la sangre al leer los posibles nuevos protocolos que está lanzando el Ministerio de Educación, nos atrevemos a realizar las siguientes propuestas de cara a lo que quede por venir.

Menos MASCARILLAS y más AIRE LIBRE:

  • A las autoridades educativas les exigimos que se realice exactamente el mismo tratamiento que con la población general y se elimine la obligatoriedad de llevarla en actividades al aire libre, como es el recreo y la educación física.
  • Al profesorado que nos exprimamos la cabeza para multiplicar las actividades al aire libre, siendo conscientes que es una oportunidad para aliviar a lxs chavales/as su uso
  • A las autoridades municipales, que lo faciliten y que no pongan tantas trabas a la hora de hacer uso de parques y jardines.

Más ESCUELA

  • Volver a la presencialidad total en las aulas, sin dejar a nadie atrás.
  • Nos gustaría que se comprobara hasta el último detalle y que se estudiaran todas las posibilidades, para que el confinamiento de un niño/a sea la última opción y no la primera. Apostamos por “extremar la escolarización presencial”, tan necesaria para la salud mental de nuestros menores. Por esto, creemos que el late motiv no debería ser “maximizar confinamientos para salvar vidas”, sino más bien “minimizar confinamientos” para salvar a lxs menores de más secuelas sociales, psicológicas, educativas y emocionales. Y con este horizonte es con el que nos gustaría que afrontáramos cada situación de covid que se origine en un centro educativo.
  • Negociar con el centro de salud: ante el comentario tantas veces escuchado entre el profesorado de “no somos sanitarios, tan solo cumplimos órdenes”, les decimos “ni los enlaces son educadores/as y seguramente no sepan el daño que estamos ocasionando con estos confinamientos”, en nuestra opinión, en ocasiones innecesarios. Hagámoselo ver.
  • Además, queremos soñar con la vuelta de la ESCUELA con letras mayúsculas, la escuela grande, en la que tienen cabida todo tipo de actividades: extraescolares a cascoporro, celebraciones, salidas, visitas, innovaciones educativas, servicios a la comunidad, trabajos por proyectos… todo ese elenco de actividades que hace de la escuela un lugar al que merece la pena ir y estar y que no conllevan ningún riesgo añadido al mero hecho de ir al colegio y escuchar al maestro/a.

BASTA YA DE PERSECUCIONES

  • A la chavalería por hacer lo que tienen que hacer, lo que les toca, lo normal. Y pongamos el foco en sus problemas, no en sus grietas de escape de la fatiga pandémica.
  • A la clase trabajadora por no poder cumplir unas exigencias sociales que están hechas a medida de una clase social adinerada, con pocos problemas que atender, quizás tan solo el virus.
  • Dejar de juzgar y pasar a preguntar, interesarnos, apoyar, acompañar, implicarnos con las familias cercanas, amigas, pero no culpabilizarlas por determinadas decisiones.
  • En definitiva, liberar a lxs adolescentes y jóvenes de una carga que no les pertenece.

Por último, ya que tenemos claro que el virus no está en las cosas, sino en el aire y que el contacto físico no es tan peligroso, sobre todo si se hace con mascarilla, hacemos un llamamiento a todos los educadores y educadoras del mundo mundiá para abrazar a discreción. Los abrazos curan y sanan, porque consuela, recoge, muestra empatía, comunica, muestra apoyo incondicional, expresa acogida y entendimiento, nos hace presentes en la tormenta y en las incertidumbres. Y además, junta los corazones.

Es cierto que todo esto que vemos hoy con “los ojos de junio”, no lo veíamos de la misma manera con “los ojos de septiembre”, aunque algo ya intuíamos. Pero necesitamos parar y reflexionar sobre el lugar al que nos ha traído esta crisis sistémica, porque solo así podremos emprender el camino de vuelta y delimitar qué cosas no podemos volver a repetir, ni como educadores/as ni como sociedad, ya que son esquemas que van en contra de la salud mental de nuestras adolescencias.

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La Espiral Educativa SCA

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