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Estudiar a los taitantos

¡Hola! Me llamo Rafi y tengo “Taitantos” años, 52 para los/as más curiosos/as. Llevo estudiando “de verdad” algunos años, digo de verdad porque lo que hice en mi época real de formación reglada no lo fue, me obligaban a asistir a un cole y tan resignada como desganada, allá que iba. Así conseguí llegar a “octavo” de EGB y algún intento fallido de 1º de BUP.

Pero en el año 2013 eso cambió, después de haber pasado durante mucho tiempo por diferentes trabajos y en los últimos años estar dedicada casi en exclusividad al cuidado de mi hijo y de mi hija, me surge como un cosquilleo “intelectual” y me
replanteo el estudio formal de nuevo, una vez que mi prole estaba un poco más grande y no necesitaba tanto cuidado.
Entonces me saqué la ESO por libre. Pensaba que era el título mínimo para plantearme encontrar cualquier trabajo medianamente digno, ya que por la crianza, me había bajado del tren laboral y los trabajos a los que podía acceder hasta entonces eran bastante precarios.

Pero resulta que disfruté tanto de la experiencia de estudiar, que desde ese año no he parado. Le he cogido el gustillo a esto de aprender y cada vez me gusta más, ¡mira tú qué cosas!

Y actualmente estoy realizando mi segundo ciclo superior, el de Integración Social, con La Espiral Educativa. Estoy terminando el ciclo, ya que solo me quedan tres asignaturas.

Pero lo que en verdad quiero contaros es que pese a llevar desde 2013 estudiando sin tregua, nunca antes había asistido a clases presenciales, porque todo lo que había hecho había sido por libre. Por supuesto tampoco había tenido la experiencia de
sentirme parte de una clase. Y de pronto me encuentro estudiando en un centro educativo “real”, con paredes y suelo, y no por mi cuenta, en casa y a través exclusivamente de una plataforma, sino que estoy rodeada de” jóvenes” y” jóvenas” , no solo de una, sino de dos aulas, ya que tengo asignaturas de 1º y de 2º. Así que son casi 40.

¡¡Entonces me cambia la vida!! Estas cuarenta personillas me están aportando una experiencia muy especial, de una gran riqueza hasta ahora sin descubrir en mi faceta estudiantil, pero que hoy me está llenando de vida. Me encuentro con  compañeros y compañeras insultantemente jóvenes, para mi edad, pero tan llenas de energía, de entusiasmo, de espontaneidad y sobre todo de corazón, que me contagian.

Descubro una juventud que está preocupada por su entorno, por las personas más necesitadas, por la naturaleza, que piensan en un mundo mejor para toda la humanidad, que a través de su pequeña semilla, se plantea transformar lo que tienen cerca, no con grandes disertaciones, sino con hechos. Cada acción de calle, reflexionada, medida, concretada, realizada con esmero y por supuesto evaluada, los transforma en personas actoras de cambio para seguir interviniendo en pro de un mundo un poquito más inclusivo para todas y todos.

Me gusta su pensar, su hacer y su sentir. Quiero desde aquí romper los estereotipos de que los/as jóvenes no tienen “entusiasmo”, son “despreocupados/as” o “pasotas” o que por su egoísmo “no les importa nada más que su ombligo”.
Me gusta como son, capaces de hacer grandes reflexiones, de trabajar con seriedad, de tomarse sus estudios muy en serio. En una sociedad vacía y trivial en el que pensar no está de moda, descubro a cuarenta chavales/as que están continuamente
cavilando, proponiendo, consensuando, … Trabajando y madurando mucho para en un futuro no muy lejano ser los/as mejores integradores e integradoras sociales del mundo.

Me encuentro también con un montón de chicos y chicas súper divertidos/as, con esa chispa propia de su edad y con ese puntito de locura que tanto me está haciendo reír.

Y además de toda esa grandeza… Por razones personales llegué al ciclo tarde, cuando ya los grupos estaban más que consolidados pero me acogen como a una más, como si hubiese empezado con toda la clase. Sin necesidad de palabras me
dejan muy claro que las edades no importan para tener un proyecto común. Desde el primer día me he sentido acogida y arropada y en ningún momento me ha faltado una ayuda si la he necesitado, en ocasiones, incluso antes de pedirla. ¡Vamos que no se puede tener más suerte que la mía!

Viviendo esta bonita experiencia me queda claro que las diferencias generacionales son simplemente barreras que las personas nos ponemos si nos anquilosamos a nuestros roles de joven o sobre todo de persona adulta. Yo por ahora en lugar de sentir ese muro, siento que me hacen un poquito más joven cada día porque me contagian de maravillosa juventud y mi espíritu, mi cabeza y mi corazón se vuelve un poquito más niño cada día de clase.

En verdad, me siento una privilegiada por tener la suerte de estar viviendo esta experiencia que tanto me está aportando a todos los niveles. Así que desde aquí doy las gracias por esta vivencia tan rica y entrañable a todas las personas que me la están proporcionando: alumnado del ciclo tanto de primero como de segundo y por supuesto profesorado.

Y ya para despedirme solo me queda expresar un deseo que espero que se cumpla mientras acabamos el ciclo: ¡¡Yo de “menor” quiero ser como vosotros y vosotras!

 

Rafi Lozano

Alumna del CFGS Técnica de Integración Social

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